Entre la
luminiscente niebla de la ciudad amada,
el más bello
día de febrero, naciste tú…
Y la poesía
ese día vino a besarte las manos,
a susurrar a
tu alma
que el olvido
jamás te habitaría…
Entre campanillas
azules y gorriones
que
picoteaban rimas en tus ventanas,
en el etéreo
canto de las aguas del río,
por el encaje
de La Giralda
se trenzaban
las artes, y la poesía
tañía en las
campanas que parecían
subir hasta
el cielo para que cayeran en cascadas
las gracias por haber
nacido
quien a
tantas almas acariciaría…
Gustavo, un
día aquí naciste tú,
puedo verte
entre la opalescente bruma
en la que tu
alma de ángel
se desdibuja
para ser una vez más
ese niño que
jugaba en la plaza y
recorría las
calles de Sevilla
hasta la
orilla del río, tu río…
Aquí,
Gustavo, donde naciste
puedo sentir
tu alma una vez más,
como un sueño
de niebla
que a mi alma
desborda …
y eres tú,
tú,
inundando de
poesía
¡el aire que
tu ciudad respira!
Macarena Díaz Monrové