Déjame al menos
soñarte,
ya que la
realidad
me ata el
corazón
con las cadenas
del silencio,
y en la
oscuridad
se ha cernido
sobre mí
la melancolía de
tu recuerdo.
Déjame al menos
soñarte,
y que el letargo
de las brumas de lo incierto
arrastre esta
alma
hasta la
candidez angelical de tu mirada.
Déjame al menos
soñarte
hasta que la luz
de la mañana,
con su halo de
desesperante dulzura,
siga
recordándome a ti.