Lejos, lejos
quedaron
tus alas sobre las ruinas de la locura…
En tu
abrazo mi alma se hacía niebla
desdibujada
en la tuya…
Tú eras el
templo azul
donde las
nubes se desprendían
del altar
de esta pasión.
Amor de
largas horas frente a unos labios
que nunca
fueron míos…
Pero sus
ojos, su mirada,
el
terciopelo nacarado de su alma
fueron lo
que es la poesía
con que
vestí sus alas…
Y
eternamente aquí,
entre estas
letras
sus manos
rezan con las mías
poemas de
niebla,
en este
templo donde guardo su recuerdo
como si
fuera un dios…
Macarena Díaz Monrové