Que me liberen tus brazos
de las
rocas donde el mar
vino a
romperse
en
millones de lágrimas…
Que me
liberen tus ojos
de las
aceras perdidas,
paso a
paso no hay camino
sin tu
mirada…
Que me
libere tu voz
y que
su sonido sea la sinfonía
que
salve a mis oídos
del
sonido agreste de la soledad…
Que me
liberen tus palabras,
que
vengan a mí… que vengan
una
mañana, como antes,
y que
no sean recuerdo…
Que me
liberen tus palabras,
disueltas
en la bruma nítida
de tu
alma envolviéndose en la mía…
Macarena Díaz Monrové